En resumen, el trolling tiene como objetivo sembrar el caos. Al principio del fenómeno, se trataba, sobre todo, de la diversión de molestar. Las discusiones pacíficas deben convertirse en acalorados debates con acusaciones mutuas, por lo que el contenido real pasa a ser una cuestión secundaria. Especialmente en el sector del juego, también se usa con frecuencia el término “griefer”: un usuario que sabotea deliberadamente el curso del juego sin violar ninguna regla oficial.
Hoy en día, el trolling suele ser mucho más, sobre todo cuando el objetivo son figuras públicas y empresas. Como hemos contado anteriormente, el objetivo es dañar una reputación o difundir verdades alternativas.
Ejemplos de éxito del trolling son las elecciones estadounidenses de 2016, en las que ganó Trump, presumiblemente apoyado por trolls rusos, o las últimas discusiones sobre las medidas contra el coronavirus, en las que, por ejemplo, se difundió el rumor de que Bill Gates controlaba las vacunas para dotar a la gente de chips informáticos. Lo que para muchos suena absurdo, incluso cómico, es para otros una verdad alternativa, difundida por trolls. Ambos ejemplos muestran de forma impresionante lo poderoso que puede ser el trolling.