Doomscrolling: absorbido por las malas noticias

Como muy tarde, desde que el coronavirus se convirtió en el tema por excelencia, probablemente todos lo conocemos y lo practicamos: no importa dónde miremos y hagamos clic, parece que no cesan las malas noticias sobre el aumento de las incidencias, las nuevas mutaciones (más peligrosas) y otras catástrofes. Mirar hacia otro lado no es una opción: se genera una auténtica espiral de malas noticias. Este fenómeno tiene un nombre: doomscrolling. ¿Qué hay detrás y qué puedes hacer al respecto?

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Doomscrolling: una breve definición

El término “doomscrolling” probablemente apareció por primera vez en Twitter en el año 2018. Se compone del término inglés “doom” (destino, fatalidad, perdición, hundimiento) y el término informático “scrolling” (desplazarse o “pasar página”). El neologismo es difícil de traducir sin más de un término, por ejemplo “scrolling fatal”, y describe el consumo intensivo o incluso maníaco de noticias negativas y alarmantes. A menudo se habla también de “doomsurfing”, que describe el mismo fenómeno.

Lo que indica es que parece que nos arrolla una avalancha de malas noticias, sobre todo en la constante actualización de los feeds de noticias de las redes sociales. Una vez que hacemos clic en una mala noticia, seguimos descubriendo nuevas historias fatales. Esta sensación de estar atrapado en un torbellino de malas noticias la describen muchos periodistas y blogueros y la analizan los científicos.

Lo que provoca el doomscrolling en nuestro cerebro

Al parecer el hecho y la causa de esta sensación de que las malas noticias dominan los medios de comunicación se explica muy fácil: ya hace un tiempo que sabemos que desplazarse por feeds y hacer clic en noticias de las redes sociales estimula nuestro centro de recompensa. Los operadores de Facebook y páginas similares se benefician de este mecanismo. En el peor de los casos, puede incluso desarrollarse una especie de adicción: el miedo a perderse algo es solo una de las consecuencias (dignas de reflexión) del consumo excesivo de medios sociales, conocido como “Fear of missing out” (FOMO).

Nota

Con la creciente conciencia sobre la adicción a la novedad constante, también se han establecido corrientes opuestas: el denominado “joy of missing out” (JOMO) describe el placer de renunciar conscientemente a las redes sociales y a la supuesta presión de atender a eventos o actividades espectaculares.

Sin embargo, el doomscrolling implica una segunda peculiaridad psicológica: por cuestiones evolutivas, nuestro cerebro está especializado en procesar y reaccionar a las noticias negativas con mayor rapidez y eficacia. En los inicios del ser humano, esto tenía mucho sentido: la información negativa suele implicar peligro y hay que reconocerlo y evitarlo lo antes posible. Esta capacidad sigue anclada en nuestros cerebros en la actualidad y, en combinación con los algoritmos de los medios de comunicación online, propicia la aparición del doomscrolling: con cada clic, se abren nuevas malas noticias.

Cómo evitar o reducir el doomscrolling

Este consumo constante de malas noticias suele crear una imagen, a menudo exagerada, de la situación actual y puede conducir a la depresión. En combinación con las llamadas Fake News, existe el peligro de perderse en un universo paralelo de verdades alternativas e incluso de radicalizarse. Por ello, un primer paso importante para hacer frente al doomscrolling es tomar conciencia y cuestionar críticamente el propio comportamiento de navegación. ¿Ya solo buscas nuevas malas noticias y haces clic continuamente en nuevas historias y estadísticas fatales? Ha llegado el momento de ser conscientes y hacer algo. Por ejemplo, con los siguientes consejos:

  1. Establece límites de tiempo claros y definidos durante los que hacer doomscrolling y, en general, navegar por las redes sociales. Por ejemplo, de 10 a 20 minutos al día. Si te resulta difícil establecer una medida, utiliza aplicaciones para smartphones que limiten tu tiempo de pantalla diario y el uso de determinadas aplicaciones.
  2. Valora la posibilidad de adoptar otros comportamientos y recompensas, como hacer ejercicio, dar un paseo o leer un buen libro, cada vez que quieras coger el teléfono.
  3. Consigue animar a otras personas, amigos o familiares, que puedan alejarte del móvil en el peor de los casos, pero con las que también puedas hablar abiertamente si parece que las malas noticias se van a apoderar de ti.

Básicamente, se trata de cambiar un hábito que, en casos extremos, puede incluso convertirse en una adicción. Por ello, no existe un solo remedio inmediato contra el doomscrolling. Si no eres capaz de encontrar una solución por ti mismo, un terapeuta u otro experto en este campo puede ser una buena opción, también para prevenir otros peligros que acechan en las redes sociales.

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