En gaming, los FPS son un criterio importante al que se hace referencia repetidamente en las evaluaciones de los videojuegos. A diferencia de otros tipos de medios, como el cine o la televisión, en los que el framerate ya está fijado durante el renderizado, un juego de ordenador o consola recalcula constantemente las imágenes como cuando, por ejemplo, un personaje se mueve por el mundo del videojuego.
Como resultado, el framerate fluctúa en los videojuegos y no se mantiene constante en un solo valor. Si el entorno de un videojuego cambia con frecuencia y debe volver a ser cargado rápidamente como, por ejemplo, en una simulación de carreras, este efecto de recalcular puede provocar tirones si los FPS son demasiado bajos.
Otros criterios, tales como la latencia, también mejoran con una mayor tasa de FPS. Esto significa que cuantos más Frames Per Second, la señal de entrada del mando, el teclado o el ratón también se procesan con una mayor frecuencia en la imagen de salida. De este modo, la entrada es más directa y no se calcula primero sobre una imagen post-renderizada.
Este es un factor decisivo, especialmente en videojuegos como los shooters en primera persona, ya que mejora la puntería. En la práctica, un mayor framerate como, por ejemplo, 120 FPS, permite realizar disparos más precisos. Esta es una de las razones por las que se utilizan frecuencias de imágenes especialmente altas en el ámbito de los e-sports. Es más, los FPS de tres dígitos ya están a la orden del día.