Antes de la llegada de la web móvil, el panorama de los dispositivos finales con acceso a Internet era relativamente homogéneo: existían los ordenadores portátiles y los de sobremesa, que eran muy similares en cuanto a medios de entrada y salida. Ambos tipos de dispositivos contaban con un teclado, un ratón o un trackpad, y una pantalla con una anchura de 1000-2000 píxeles.
En aquel entonces no era necesario hacer ningún esfuerzo especial para desarrollar una página web que se visualizara correctamente en cualquier dispositivo. La solución más sencilla era limitar el ancho de una página al mínimo común denominador. Un enfoque popular era mostrar las páginas con 800 píxeles de ancho y centradas o justificadas a la izquierda. En pantallas más grandes, podía haber algún espacio en blanco extra, pero las páginas eran fáciles de leer en todos los dispositivos.
Esto cambió con la llegada de los dispositivos móviles y la importante diversificación de los dispositivos finales. Las pantallas de los smartphones y las tabletas difieren de las de los ordenadores de sobremesa en varios aspectos. Las dimensiones de los píxeles juegan ahora un papel importante y la resolución física (píxeles por pulgada o ppi) también entró en escena con la llegada de las pantallas retina. Y, por supuesto, estos dispositivos se manejan con el dedo en lugar de con el ratón. Además de los teléfonos inteligentes y las tabletas, también han aparecido en el mercado grandes monitores de alta resolución, lo que significa que una página web moderna tiene que funcionar en pantallas con anchos que van desde 320 píxeles hasta más de 4000 píxeles.