Como tantos otros estándares, ads.txt no ha sido capaz de imponerse desde un principio. Un motivo que explique esta reticencia dentro del sector es, sin duda, la incertidumbre: ¿cómo afectaría su aplicación en el negocio? No obstante, en el momento en el que el gigante de Google empezó a apoyar la iniciativa y anunció que iba a persistir en el uso del archivo, los editores empezaron a implementar poco a poco el ads.txt.
Otro de los argumentos que ha impedido la inmediata incorporación del archivo de texto dentro del sector se basa en la dificultad para revender el inventario. Un proveedor puede comprar el inventario publicitario de otra plataforma y venderlo en la suya; no obstante, el archivo ads.txt dificulta esta práctica aunque tras ella no se esconda ninguna intención criminal. La explicación es muy sencilla: los editores no están en contacto directo con las plataformas de reventa y a menudo ni siquiera tienen constancia de estos procesos, por lo que no las incluye en su archivo ads.txt. Para evitarlo, algunas de estas plataformas de reventa se han puesto en contacto con los editores, lo que ha provocado una gran polémica en el sector, pues es considerado por algunos como un tipo de fraude.
Muchos editores consideran la creación del archivo de forma manual otro punto débil a tener en cuenta, pues este proceso no puede garantizar que no se pase por alto alguna errata. Basta con fallar al escribir una sola letra del nombre del dominio para que la plataforma no pueda comercializar los espacios publicitarios del editor, lo que significa para ambos la pérdida de importantes sumas de dinero. No obstante, con un ads.txt validator es posible reducir en gran medida el riesgo de cometer errores tipográficos. Además, este programa se encarga de comprobar si el dominio corresponde realmente a un mercado de publicidad programática.
También se considera una desventaja del ads.txt que no indique el tipo de inventario que el editor permite vender, ya sean anuncios de vídeo, de display o ambos. Las plataformas, que también pueden participar en el fraude, pueden simular que los anuncios display son en realidad de vídeo con lo que reciben comisiones adicionales. Por lo tanto la responsabilidad de no caer en el juego de los defraudadores es, en este caso, de las plataformas y los vendedores digitales.
Por último, es importante apuntar que el archivo ads.txt no es una solución universal ya que, si bien evita la suplantación de dominio, no impide otros tipos de fraude publicitario. De hecho, este tipo de iniciativa es inofensiva ante el fraude de pago por impresión o el fraude de pago por clic, que a día de hoy suponen importantes pérdidas para los anunciantes.