Si un captcha es efectivo a la hora de impedir el acceso a los spambots permitiendo el paso a las personas sin obstáculos, se reduce considerablemente el trabajo de mantenimiento necesario en una web. Mientras que los operadores que ofrecen contenido generado por el usuario se benefician de no tener que verificar manualmente los comentarios, un servidor puede verse recompensado con una carga menor si las entradas y las peticiones automáticas se ven bloqueadas antes de que activen una respuesta del sistema que exija un gasto elevado de recursos. Dicho esto ¿qué caracteriza a un buen captcha?
La investigación en el sector de la inteligencia artificial avanza a paso seguro y la habilidad de los programas especializados para interpretar textos distorsionados o resolver tareas intelectuales mejora a una velocidad de vértigo. Ya en 2014 un equipo de investigación en Google publicó una fórmula con la cual los reCAPTCHA clásicos se resuelven automáticamente en un 99,8 por ciento de los casos. Como base de datos se utilizaron diez millones de números de viviendas que el equipo había generado con Google Street View.
Numerosos proveedores de captchas intentan compensar los avances en el aprendizaje automático con métodos cada vez más complejos de verificación, llegando a rozar a menudo la frontera de lo factible. Ya en 2010 los investigadores de la Universidad de Stanford) señalaron que en muchos casos los captchas constituyen un gran desafío incluso para los internautas.
Estas fueron las conclusiones a partir de un estudio que pidió a 1.100 personas resolver alrededor de 318.000 captchas de los que eran habituales por aquel entonces. Los sujetos del estudio resolvieron captchas gráficos en 9,8 segundos de media, mientras que para los auditivos necesitaron más del triple de tiempo (28,4 segundos). Cuando se mostraba el mismo captcha gráfico a tres personas, solo un 71 % de los casos coincidían con la solución, casualidad aún menor en el caso de los sonoros, donde solo un 31 % llegaba a una misma conclusión. A todo esto, los investigadores también pudieron poner de relieve que la mitad de los sujetos abandonaban el test auditivo sin siquiera resolverlo, lo que demuestra hasta qué punto los métodos de verificación (y su realización) tienen un peso en la motivación del usuario a la hora de interactuar con un sitio web.
En este contexto, en 2009 la empresa de software como servicio MOZ publicó un artículo en su blog sobre el efecto de los captchas en las tasas de conversión de los formularios web. En un estudio de caso, el autor Casey Henry examinó a más de 50 webs corporativas diferentes durante seis meses para llegar a la conclusión de que las tasas de conversión de los formularios (por ejemplo, para recibir un boletín) descendían una media de un 3,2 por ciento si los captchas estaban activados, aunque, como contrapartida, la entrada de spam también se reducía hasta en un 88 por ciento.
Las compañías cuyos ingresos dependen de la interacción de los usuarios en su web deberían ser las primeras en reflexionar si una tasa de rechazo de estas dimensiones es aceptable para ellas. Se trataría, en este caso, de cotejar el gasto por métodos antispam alternativos con las pérdidas de ingresos generadas por los captchas.