El scamming se deriva de la palabra inglesa scam, que se podría traducir como “estafa” o “timo”. Dicho concepto está estrechamente relacionado con el término propio de la disciplina de la criminología, que hace referencia al fraude con el que se reclama el pago de dinero por adelantado, pero engloba diversas manifestaciones online del mismo. En general, la intención de los delincuentes es hacer que sus víctimas paguen cierta cantidad de dinero (anticipo) mediante la utilización de falsos pretextos, tras lo que prometen ciertas ganancias, el cobro de herencias o reembolsos de importes considerablemente más elevados.
Una vez el criminal ha recibido el pago de la cantidad estipulada, por lo general se interrumpe el contacto de forma inmediata. Además, el delincuente no cumple su promesa y, en la mayoría de los casos, el dinero que se ha pagado ya no se puede recuperar. El contacto online se realiza, por lo general, a través del correo electrónico, aunque también se recurre a medios como portales de chat, servicios de mensajería instantánea, redes sociales y páginas de citas. Cabe resaltar que, asimismo, los delincuentes han conseguido expandir sus acciones por servicios como inmobiliarias, páginas para encontrar trabajo o de coches de segunda mano.
Este truco se ha llevado a cabo desde hace siglos por medio del correo postal, aunque desde 1980 el procedimiento se convirtió en todo un fenómeno en Nigeria. Debido a la caída del precio del petróleo, a una elevada inflación y a la pobreza de este país africano, algunos estafadores recurrieron a la técnica de enviar grandes cantidades de cartas falsas por correo postal o fax a los empresarios de algunos países occidentales. Estos se hacían pasar por trabajadores de entidades financieras que podían suministrarles crudo a los destinatarios a precios muy bajos, pero con la condición de abonar un pago por anticipado. La “conexión de Nigeria” se convirtió desde entonces en un término esencial para el scamming y, aun hoy en día, existen muchos correos de scam procedentes de Nigeria y de otros países de África Occidental. El fenómeno se ha convertido en un asunto a nivel global, y es que los estafadores y sus víctimas están repartidos por todo el mundo.
No obstante, dichas cartas dudosas a las que se hacía referencia anteriormente se han vuelto profesionales, es decir, que no es raro que los escritos adjuntos tengan una apariencia real, presenten logotipos falsificados con precisión o intenten parecer lo más auténticos posible debido a la inclusión de los datos personales de las víctimas que han sido previamente objeto de espionaje. En este sentido se crean páginas web, se consiguen números de teléfonos y se erigen cuentas falsas en todas las plataformas de Internet con el objetivo de que los estafadores tengan la apariencia de personas reales. Además, los perfiles públicos en las redes sociales les ofrecen a los criminales los datos necesarios para incluir detalles en las cartas sobre la vida privada o laboral de las víctimas. En ocasiones, los correos electrónicos de scam pueden contener archivos adjuntos con malware con los que se puede acceder a los datos del ordenador de la víctima.