En general, un uso elevado de la CPU no es nada grave mientras sea temporal y tenga una causa reconocible. Naturalmente, siempre existe el riesgo de que el ordenador se bloquee justo durante la elaboración de un encargo importante y de que, al reiniciarlo, los cambios se hayan perdido. Aunque solo sea por este motivo, vale la pena intentar reducir siempre los altos niveles de uso de la CPU.
Un segundo riesgo es que la temperatura de la CPU aumente demasiado. No obstante, los sistemas operativos y los procesadores suelen estar diseñados para proteger el sistema automáticamente ante riesgo de sobrecalentamiento. Una manera en la que lo hacen es adaptando la velocidad del ventilador y ralentizando la actividad de la CPU, aunque les pese a algunos gamers, que le hacen overclocking a la CPU para aumentar su rendimiento.
Si tu ordenador se ve afectado por alguna de las causas mencionadas arriba, deberías ejecutar los programas afectados, en la medida de lo posible, solo de uno en uno, o quizá directamente cerrarlos, desactivarlos o desinstalarlos, según las circunstancias. En general, un ordenador trabaja más rápido y mejor cuantos menos procesos de alto rendimiento se estén ejecutando al mismo tiempo. Por ello, asegúrate de comprobar regularmente el uso de la CPU, para poder identificar programas que estén ocupando el procesador de forma innecesaria y poder cerrarlos, mejorando así el rendimiento del sistema.
Si lo que ralentiza el ordenador es, en cambio, un proceso del sistema, sé prudente. En primer lugar, infórmate acerca del proceso en cuestión: busca su nombre en el navegador, por ejemplo. El mismo consejo se aplica a procesos no identificados. Una búsqueda previa puede evitar los problemas que surgen a veces al detener un proceso relevante del sistema. Además, quizá así aprendas más sobre los procesos que se ejecutan en tu sistema operativo.