Hace décadas que los psicólogos investigan el sesgo de confirmación y las posibles formas de librarse de él, y con razón, ya que este defecto cognitivo tiene consecuencias que pueden llegar a ser peligrosas.
Así, por ejemplo, si un médico cree que su paciente es hipocondríaco, podría examinarlo de forma meramente superficial y obstaculizar así el diagnóstico precoz de una enfermedad que podría ser incluso mortal.
Sin embargo, no hay por qué buscar ejemplos tan dramáticos: basta con pensar en la manera en la que solemos consumir noticias, ignorando la información que no concuerda con nuestras convicciones, también a causa del sesgo de confirmación. Por ese emotivo, los algoritmos de las redes sociales nos muestran solo aquellos datos que se ajustan a nuestra visión del mundo, por ejemplo. Del mismo modo se avivan los resentimientos entre grupos políticos y se vuelve difícil atenuar las opiniones radicales.
La ciencia no duda de la presencia de este sesgo. Sin embargo, sí hay debate respecto al papel que juega en las decisiones que tomamos. Gary Klein, por ejemplo, afirma que existen fallos centrales en la investigación realizada hasta ahora acerca de este tema.