El ebita, por tanto, no refleja los ingresos netos que una empresa ha obtenido en un año, sino que excluye todos aquellos elementos que no aportan información sobre el comportamiento operativo de la empresa en ese periodo. Es por eso que resulta de gran utilidad, por ejemplo, para comparar la actividad de empresas que tengan el domicilio social en países diferentes, pues en los valores comparados no se incluirán, entre otros, los impuestos, que pueden variar de un país a otro y, por tanto, influir en el resultado neto.
Sin embargo, este índice de medición no tiene aplicación en España por un motivo simple: aunque desde un punto de vista semántico los términos amortización y depreciación no son lo mismo (el primero hace referencia a la pérdida de valor de un activo fijo inmovilizado intangible, y el segundo, de uno tangible), desde un punto de vista contable no se diferencian. Separar, por tanto, el ebita (beneficios antes de intereses, impuestos y amortización) del ebitda (beneficios antes de impuestos, intereses, depreciaciones y amortizaciones) sería aceptar que desde un punto de vista contable se distingue la amortización de la depreciación. Es por eso que para medir el resultado operativo de una empresa en España solo se usa el ebitda.