El término “agilidad” (del latín agilis) se asocia en español con el movimiento, la rapidez y el entusiasmo o, dicho de forma más aplicable al contexto, la habilidad de adaptarse a los cambios de forma flexible, rápida y proactiva.
Sin embargo, esa definición no basta para explicar el método de trabajo. El término ágil o agile, en inglés, se ha usado en la literatura de sociología y de gestión empresarial desde los años cincuenta con diferentes significados. Talcott, por ejemplo, creó el llamado paradigma AGIL (adaptation, goal attainment, integration, latency), es decir, adaptación, alcance de objetivos, integración y compromiso moral, para describir sistemas sociales que se sustentasen por sí mismos.
Por otro lado, Benítez Amado, de la Universidad de Granada (2009), habla de la agilidad empresarial desde una perspectiva de ajuste, con conceptos como la capacidad de agilidad operacional, estructural y estratégica.
La revista AméricaEconomía lo deja algo más claro: para ser ágil, una empresa necesita una “constante y metódica innovación en procesos” con apoyo de la tecnología, tanto en lo que a la organización como a las personas se refiere, para establecer soluciones rápidas. Un ejemplo de avance tecnológico en este sentido es la gestión de información en la nube, sin necesidad de tener el hardware correspondiente en la oficina.
Otros elementos típicos del trabajo ágil son los equipos pequeños e interdisciplinares, los ciclos de feedback cortos, la prestación de servicios continua, la mejora paulatina y las jerarquías horizontales.
El Manifiesto Ágil, publicado en 2001 por renombrados ingenieros informáticos, fue un hito en la difusión de este método de trabajo. Surgió del ámbito del desarrollo de software, pero los cuatro principios en los que se basa se pueden aplicar en cualquier rama para trabajar de forma ágil:
- Los individuos e interacciones son más importantes que los procesos y herramientas.
- El software en funcionamiento es más importante que la documentación exhaustiva.
- La colaboración con el cliente es más importante que la negociación contractual.
- Responder ante el cambio es más importante que seguir un plan.