La forma de referirse a este tipo de solicitud como “autocandidatura” ya deja claro lo que la distingue de la convencional. Se trata de una carta de presentación que se envía a una empresa por propia iniciativa y no como reacción a un anuncio de trabajo específico. Es una oportunidad para que los candidatos encuentren puestos que a menudo solo se anuncian internamente o se cubren con la ayuda de “cazatalentos”.
Cuando tienen vacantes, las empresas prefieren simplificar el proceso de búsqueda usando primero su red de contactos, algo que ocurre con más frecuencia de lo que se cree, sobre todo, en los puestos de responsabilidad, que requieren conocimientos en un campo muy específico. En general, puede decirse que cuanto más alta sea la posición de la vacante en la jerarquía de la empresa, mayor será la probabilidad de que no se anuncie abiertamente, al menos, al principio. Las empresas intentan limitar el número de candidatos inadecuados para acertar con los mejores candidatos posibles desde el principio. Esto les ahorra mano de obra y, en última instancia, también costes.
Una candidatura enviada sin solicitud ofrece una oportunidad enorme para conseguir uno de estos trabajos de ensueño. Al mismo tiempo, sin embargo, la probabilidad de rechazo es mucho mayor que en una candidatura normal. Una autocandidatura requiere, por ello, una preparación especialmente esmerada, ya que debe convencer a primera vista al departamento de personal de que el candidato es perfecto para la empresa.