Poco apoyo a la priorización: en GTD, las prioridades juegan un papel secundario. El sistema se ocupa principalmente de que no se olvide ninguna tarea y de que el tiempo libre se use de manera eficiente. No obstante, si quieres asegurarte de que estás priorizando correctamente, debes usar otras técnicas de forma adicional, por ejemplo, la técnica Eisenhower.
Ausencia de un plan diario o semanal: GTD no ofrece planes diarios o semanales optimizados. Aquellas personas con dificultad para marcar objetivos, definir los próximos pasos y para organizar el día de manera eficiente, apenas encontrarán apoyo en el método Getting Things Done. Para planificar el día, es mejor, por ejemplo, el método ALPEN.
Sistema complejo: GTD no se puede definir en cinco minutos ni aplicar en una tarde. Si quieres sacar provecho al método, tienes que entenderlo hasta el más mínimo detalle y aplicarlo de manera consecuente. Hazlo bien o no lo hagas. Si, por ejemplo, te saltas las retrospectivas semanales o no divides las tareas en listas contextuales, estás limitando tu propia capacidad de éxito.
Cambios (excesivos) en las costumbres: si te decides por el método GTD, tienes que afrontar el desafío de cambiar numerosas costumbres en poco tiempo. Debes vaciar las bandejas de entrada con regularidad, debes planificar el análisis de las listas de proyecto y de espera y también debes familiarizarte con la elaboración de listas contextuales.
Este es punto principal de las críticas al GTD: hay gente que opina que tanto cambio supone una carga excesiva. Si tienes dificultades para cambiar tus costumbres, quizás debes optar por otra técnica de organización que encaje mejor con tu personalidad.