La factura proforma es muy común en el comercio internacional, ya que las transacciones comerciales con terceros países están sujetas a la obligación de declaración. Esto quiere decir que, si exportas mercancías a un tercer país, debes declarar su valor en aduana. Esta obligación también se aplica si la mercancía se exporta de forma gratuita para el destinatario, por ejemplo, en el caso de envíos de muestras comerciales, regalos, donaciones o una entrega de sustitución de producto como parte de la garantía o como un gesto de buena voluntad.
En tales casos, se emite una factura proforma en lugar de una factura comercial a efectos aduaneros. Esto sólo declara el valor de las mercancías exportadas y, por lo tanto, tiene una función puramente informativa. Carece de validez legal o fiscal.
Además, la factura proforma se utiliza, con frecuencia, por PYMES y autónomos como copia anticipada de una factura comercial. Puede describirse como una especie de presupuesto detallado y en ella se recoge todo lo que se escribiría en una factura normal pero su validez es meramente informativa. Se suele usar porque una factura tradicional no puede modificarse después de haber sido enviada. En este sentido, se utiliza la factura proforma como un borrador de lo que será la factura definitiva, dando la oportunidad de que el cliente modifique datos erróneos o que introduzca aquellos de los que no se disponen en el momento de emisión de la factura proforma.
Las facturas proforma también se utilizan para la apertura de créditos documentarios.